Tomado de: Presidencia de la República

El discurso del Presidente Gustavo Petro en la instalación de la Legislatura 2024-2025 pareció familiar. Ante las últimas revelaciones del escándalo de corrupción en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), una de las principales preguntas de esta jornada era si el Presidente desplegaría una serie de ataques hacia la oposición y los medios de comunicación como respuesta a las acusaciones en contra de su gobierno, o si repetiría el tono conciliador que caracterizó su discurso del 20 de julio de 2023.

En esta ocasión, prevaleció el Petro conciliador, aquel que el país observa rara vez, pero que ya es habitual cuando toma la palabra en el Congreso de la República. Como el año pasado, al Presidente se le vio permanentemente revisando sus notas, citando cifras y rindiendo cuentas de su gestión. Un formato de estadista radicalmente diferente al que nos tiene acostumbrados en las apariciones que hace en plaza pública y rodeado de sus simpatizantes, donde prevalece la espontaneidad en la oratoria, la controversia y la visión por encima de las políticas.

El Acuerdo Nacional volvió a estar presente en el discurso del Presidente, pero esta vez contaba con una particularidad: estar bajo la sombra de la propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente. Petro repitió su invitación hacia todos los sectores políticos a dialogar y concertar el contenido de las reformas sociales y económicas. Aunque este mensaje pierde credibilidad cada día, Petro le da una oportunidad a Juan Fernando Cristo, nuevo ministro del Interior, para que adelante un último esfuerzo de recuperar la gobernabilidad en el Congreso en búsqueda de materializar la ambiciosa agenda legislativa del Gobierno y fortalecer su coalición de cara a las elecciones de 2026. Cristo puede encontrarse con un Congreso menos prevenido para este fin, considerando que el Presidente omitió, astutamente, la propuesta de la Constituyente en su intervención.

De las palabras del Presidente se concluye que la agenda legislativa girará alrededor de la implementación del Acuerdo de Paz, especialmente para materializar una de sus principales promesas de campaña: la reforma agraria. También anunció un nuevo proyecto de reforma a la salud, una reforma a la ley de servicios públicos y medidas para establecer la inversión forzosa en los sectores de vivienda, turismo e industria. Similar a lo que sucedió en la instalación de la pasada legislatura, las reformas sociales (excepto aquella de salud) pasaron a un segundo plano y no trató la recién sancionada reforma pensional.

Por otra parte, Petro encontró en las últimas cifras de reducción de la pobreza y la desigualdad sus principales logros de gobierno para destacar. Como otro punto positivo se debe reconocer la responsabilidad política que asumió por el escándalo de la UNGRD. Los lunares negros del discurso fueron la falta de propuestas concretas para combatir la corrupción y la inseguridad. Además, quedó en evidencia el error que cometió hace un año cuando afirmó que el país había “vencido la inflación”, al establecer en esta ocasión que las altas tasas de interés serán el principal problema económico a vencer en los próximos meses.

La respuesta sobre cuánto se mantendrá el discurso conciliador de Petro en los pasillos del Congreso dependerá tanto del Presidente como del ministro Cristo. Lo más probable es que experimentemos un nuevo déjà vu cuando Petro retome su discurso polarizante y rompa los puentes que él mismo propuso construir con los sectores de oposición y demás críticos. El reto de Cristo es blindar las negociaciones en el Congreso de los efectos contraproducentes que generará el propio Presidente. Al final del día, el Petro confrontativo e ideologizado prevalece sobre el Petro conciliador y pragmático. Es una historia que se repite una y otra vez.

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